"El guardián de la granja"
Habitaban
en una granja grande y bonita un matrimonio ya bastante mayor. Por todo aquel
el campo había muchos árboles que daban frutos de todas clases. También gran
variedad de plantas que en primavera florecían con distintos colores y olores.
Los granjeros no se sentían solos porque tenían la compañía de sus gallinas,
gatos, y demás animales. También tenían una pareja de Pavos Reales que con su
bonito plumaje hacían las delicias de los siete nietos que de vez en cuando
visitaban a sus abuelos. Diego era el nombre con el llamaban al pavo real.
Diego
era el guardián de la granja. Con sus fuertes graznidos avisaba cada vez que
oía algún ruido extraño, como pasar gente caminando cerca de la granja. Todos los
demás animales que allí había lo observaban con envidia. Sin duda él se sentía el Rey de la granja y cuando el
granjero les daba de comer se pavoneaba con sus graciosos andares abriendo su
bonita cola en abanico.
Un
día la mujer del granjero se dio cuenta que la hembra había desaparecido de la
granja. Nadie la había visto y todos creyeron que se había ido para siempre.
Los granjeros estaban muy tristes y se preguntaban dónde podría estar. ¿Sería
que algún animal carnívoro de los que por las noches merodeaban por los
alrededores se la habría llevado para comérsela? Los nietos pequeños, que los
fines de semana cuando no tenían colegio volvían con sus padres hasta la granja
para visitar a los abuelos, lo primero que preguntaban era: “Abuelitos, ¿ha
vuelto ya la pava?”. Cuando les contestaban que no, se entristecían. Hasta el
pavo no parecía el mismo. Dejo de abrir la cola y al andar la rastreaba por la
tierra.
Los
días iban pasando en la granja y todos los demás animales echaban en falta la
presencia de la pava. Al cabo de unas semanas, cual no sería la sorpresa de
todos cuando… ¡La pava apareció! Aquel tiempo que faltó, realmente estuvo sin
dejarse ver. Y es que había estado engüerando los huevos que había puesto entre
la maleza detrás de una albarrada. Si, si, no volvía sola, ¡le seguían unos
pavitos recién nacidos! Eran diminutos y todos venían detrás de su madre,
siguiéndola. Eran seis y todos en fila seguían a su madre, los seis con el
mismo plumaje. ¡Qué lindos!
Con
el regreso de la pava y sus pavitos de nuevo volvió la alegría a la granja, y
todos de nuevo vivieron felices y contentos.
Diego - el guardián de la granja |
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