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Angustias Valenzuela

miércoles, 27 de mayo de 2015

El guardián de la granja

Para ocupar mi tiempo libre he escrito algo diferente y distinto a lo que estoy acostumbrada, un cuento. La idea surgió a raíz de las sugerencias que los niños y niñas de Santa Cruz del Comercio me hicieron el día del libro que pasé con ellos. Este cuento tiene mucho de verdad y está relacionado con mi entorno. Por supuesto, no deja de ser un cuento y también está presente en él la fantasía. Espero que os guste.


"El guardián de la granja"

Habitaban en una granja grande y bonita un matrimonio ya bastante mayor. Por todo aquel el campo había muchos árboles que daban frutos de todas clases. También gran variedad de plantas que en primavera florecían con distintos colores y olores. Los granjeros no se sentían solos porque tenían la compañía de sus gallinas, gatos, y demás animales. También tenían una pareja de Pavos Reales que con su bonito plumaje hacían las delicias de los siete nietos que de vez en cuando visitaban a sus abuelos. Diego era el nombre con el llamaban al pavo real. 

Diego era el guardián de la granja. Con sus fuertes graznidos avisaba cada vez que oía algún ruido extraño, como  pasar  gente caminando cerca de la granja. Todos los demás animales que allí había lo observaban con envidia. Sin duda él   se sentía el Rey de la granja y cuando el granjero les daba de comer se pavoneaba con sus graciosos andares abriendo su bonita cola en abanico.

Un día la mujer del granjero se dio cuenta que la hembra había desaparecido de la granja. Nadie la había visto y todos creyeron que se había ido para siempre. Los granjeros estaban muy tristes y se preguntaban dónde podría estar. ¿Sería que algún animal carnívoro de los que por las noches merodeaban por los alrededores se la habría llevado para comérsela? Los nietos pequeños, que los fines de semana cuando no tenían colegio volvían con sus padres hasta la granja para visitar a los abuelos, lo primero que preguntaban era: “Abuelitos, ¿ha vuelto ya la pava?”. Cuando les contestaban que no, se entristecían. Hasta el pavo no parecía el mismo. Dejo de abrir la cola y al andar la rastreaba por la tierra.

Los días iban pasando en la granja y todos los demás animales echaban en falta la presencia de la pava. Al cabo de unas semanas, cual no sería la sorpresa de todos cuando… ¡La pava apareció! Aquel tiempo que faltó, realmente estuvo sin dejarse ver. Y es que había estado engüerando los huevos que había puesto entre la maleza detrás de una albarrada. Si, si, no volvía sola, ¡le seguían unos pavitos recién nacidos! Eran diminutos y todos venían detrás de su madre, siguiéndola. Eran seis y todos en fila seguían a su madre, los seis con el mismo plumaje. ¡Qué lindos! 

Con el regreso de la pava y sus pavitos de nuevo volvió la alegría a la granja, y todos de nuevo vivieron felices y contentos.

Diego - el guardián de la granja